Todos nos hemos visto concernidos ante la epidemia de coronavirus que estamos viviendo. Cada uno desde nuestro puesto de trabajo o nuestra responsabilidad. Los profesionales sanitarios y gestores han respondido con una solo voz: ¿Qué hay que hacer? Y se han puesto a ello, a atender a los pacientes afectados por la epidemia, muchas veces sin apenas medios de protección personal. Buena prueba de ello son los casi 12.000 profesionales sanitarios contagiados por el SARS-CoV-2. Lo mismo han hecho los ciudadanos, “quedándose en casa”, u otros muchos sectores y profesionales. Todos hemos respondido al unísono. Nadie se ha puesto de perfil.
En la industria farmacéutica hemos redoblado nuestros esfuerzos en dos sentidos: incrementando hasta el máximo la capacidad de producción y distribución de medicamentos, especialmente los críticos, los de utilización en las UCIs, y poniendo el mejor talento investigador y ofreciendo la máxima colaboración a las administraciones e investigadores, en la búsqueda de un tratamiento efectivo y una vacuna. Actualmente hay más de 20 vacunas y 30 medicamentos frente al COVID-19, en distintas fases de investigación y desarrollo. Confiemos en que alcancemos el objetivo deseado en el menor tiempo posible.
Cuando esto acabe, que esperemos sea lo antes posible, será el momento de sacar las conclusiones de la experiencia vivida. No obstante, me atrevo a apuntar ya algunas: