Desde el ámbito en el que trabajo, una empresa de transporte sanitario, el papel de los profesionales en este caso, Técnicos de Emergencias Sanitarias, tiene un valor fundamental y básico aunque de corta duración en el tiempo, en el control de la epidemia y en el apoyo de todas las decisiones que desde la gestión sanitaria se lleven a cabo.
La crisis ha supuesto, además, un esfuerzo especial en dos ámbitos:
Experimentar la transformación digital a todos los niveles, sin prejuicios, y tener la frialdad para pensar en cómo vamos a convivir con la epidemia y con la actividad habitual en los próximos meses. La población no COVID-19 que ha estado en casa con patologías urgentes diferidas o preferentes aplazadas va a empezar a presionar al sistema y tenemos que tener preparada esta convivencia y adelantarnos. Por otro lado, desde nuestro ámbito de trabajo observamos cómo funcionan todos los hospitales y todas las áreas y cómo han adaptado los protocolos en función de la presión, de su experiencia, de su capacidad de organización y sobre todo, y sin ninguna duda, del liderazgo. Han nacido líderes, han desaparecido otros y el funcionamiento de los centros ha sido, aunque igual en esfuerzo y directrices, muy dispar en resultado. Habría que aprender de estas experiencias.
Debemos incorporar las buenas experiencias de algunos centros y los errores o las causas de algunas situaciones que las preparamos como excelentes y luego no salieron todo lo bien que deseamos, por qué no compartirlos también. Aprender de la imperiosa necesidad de desburocratizar el sistema y de ser ágiles en la toma de decisiones y en su implantación; de la importancia de trabajar en red; de incorporar a la sanidad privada desde el primer momento, tanto en la implicación e implantación de vigilancia y protocolos como en la participación de los diferentes escenarios.
Y también, como reflexión, ya que probablemente ésta no sea la última situación de epidemia que vivamos, tenemos que ver de qué forma tratamos a los pacientes infecciosos para que no se sientan “señalados/contagiosos/apestados” y a los profesionales en el manejo de estas situaciones. Tenemos el profesional “héroe”, independientemente de la disponibilidad de EPIs o no, y tenemos también, en el menor de los casos, el profesional que da “un paso atrás”. La relación profesional sanitario profesional-paciente en pacientes infecciosos es un reto para el futuro. La evaluación de la experiencia del paciente y del profesional y detección de las necesidades de ambos puede aportar mucho.