En primer lugar, podemos constatar que el Sistema Nacional de Salud no ha contado en la última década y media con la suficiente atención política y social, como para poder mantener sus capacidades y mucho menos para mejorarlas. Hemos pasado demasiado por alto que la salud no es un problema individual, sino un asunto colectivo de altísimo interés.
Mantener e incrementar la legitimidad social del Sistema Nacional de Salud es por tanto fundamental para obtener resultados en salud, y también para salvaguardarlo de tentaciones mercantiles de dudosa rentabilidad colectiva.
Obtener esta legitimidad social requiere de atención política y económica urgente y de primer nivel.
Es indispensable afrontar ya un proceso de intensa reflexión parlamentaria que incluya opinión experta y de los agentes sociales, que conduzca a un Acuerdo de Estado sobre el modelo de gobernanza del Sistema, el modelo de formación en ciencias de la salud, el modelo asistencial y de gobierno en los centros y servicios sanitarios, el modelo de salud pública y de control de resultados en salud, el modelo de investigación biomédica, y el modelo de financiación general y específico.
No deberíamos perder mucho tiempo para ello tras la superación de esta pandemia, ya que es más que probable que debamos enfrentar otras similares en no demasiado tiempo, además de otras emergencias relacionadas con la degradación de las condiciones ambientales y el cambio climático. Es un buen momento dada la sensibilización poblacional que se ha desarrollado en relación con la necesidad de contar con un solvente Sistema Nacional de Salud.
La acción política se ha caracterizado hasta ahora por primar los intereses partidistas y de corto plazo, más que los intereses generales. Deseo profundamente que esta situación no vuelva a repetirse en el futuro.