Sevilla, 11 de mayo de 2018.- Tras la crisis económica y social, nuestro sistema de salud permanece sólido, pero con problemas cuyas soluciones es imprescindible acometer. “Tenemos un sistema cuya sostenibilidad está en duda, debido por un lado a su infrafinanciación (estamos a la cola de los países de nuestro entorno en porcentaje de PIB dedicado a la sanidad pública) y al incremento de coste que representan, entre otras causas, la innovación terapéutica y tecnológica. Así mismo, es necesaria la mejora de las condiciones de los profesionales, que se han visto deterioradas por la mencionada crisis”, explica Pere Vallribera, Secretario General de la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA) y presidente de la Societat Catalana de Gestiò Sanitaria (SCGS). Frente a esta situación, en palabras de Pere Vallribera, “nuestro modelo de atención debe reorientarse para hacer posible la integración asistencial de los distintos niveles, imprescindible para hacer frente a la cronicidad que domina en las necesidades de atención. Y, sin duda, debemos acometer los cambios necesarios para favorecer las decisiones compartidas con los pacientes y priorizar la efectividad de la práctica clínica, favoreciendo aquellas prácticas que aportan valor (Value Based Care) y dejar de hacer lo que no lo aporta”.
Por su parte, desde un punto de vista de la Economía de la Salud, David Cantarero, Profesor Titular y responsable del Grupo I+D+i en Economía de la Salud de la Universidad de Cantabria, hace hincapié en la urgencia de abogar por dar relevancia a la financiación, eficiencia y coordinación de las necesidades en sanidad, sin que quede relegada a ser “otro gasto regional más”. “Asimismo, la transparencia en publicar resultados, evaluación y cultura de rendición de cuentas habrían de fomentarse más en la gestión y dirección sanitaria, puesto que este sector es fundamentalmente inversor y contribuye a producir riqueza y valor, así como constituye un “motor” social que dinamiza la economía”. No obstante, este experto explica que es necesario no solo monitorizar la oferta, sino también regular la demanda: “Nada es gratis y priorizar gasto no es fácil, pues en la mayoría de autonomías las cuentas sanitarias siguen teniendo que “cuadrarse” con hacienda. Se precisa ajustar gasto a ingresos “reales” pues sino se estaría perpetuando el déficit a futuro e incluso se podría acabar financiando públicamente medicamentos de bajo valor terapéutico”.
Pere Vallribera y David Cantarero han participado, junto con Tomás Castillo, Presidente en la Plataforma de Organizaciones de de España, y José Martínez Olmos, Senador y Portavoz de Sanidad del Grupo Parlamentario Socialista en el Senado, en la Mesa Momentos de Incertidumbre: ¿Vamos todos en la misma dirección?, que ha tenido lugar en el marco de las V Jornadas de Gestión Sanitaria “18 Ideas Transformadoras para un Presente Retador” que, bajo el título Los valores nos marcan el rumbo, se están celebrando en el Hospital San Juan de Dios del Aljarafe, Sevilla. Una mesa en la que se ha reflexionado y debatido sobre la situación del sistema desde distintas perspectivas, dado que los retos del sistema abarcan múltiples ámbitos que deben abordarse desde los diferentes niveles y disciplinas. En palabras de Pere Vallribera, “las asociaciones de pacientes deben participar activamente en el empoderamiento de la persona respecto a su salud y la atención a la enfermedad, con el eje de las decisiones compartidas como prioridad. Por otra parte, la Economía de la Salud y los ámbitos gestores en general, deben contribuir a la eficiencia del sistema que garantice, junto con la mejora de su financiación, la sostenibilidad de este pilar del estado del bienestar. Y, sin duda, el ámbito político es el encargado de dirigir, legislar, planificar y orientar el sistema en esta dirección”.
Hacia una misma dirección
Desde el punto de vista de la economía de la salud, para paliar la actual incertidumbre existente se debe dar relevancia a diversos aspectos en función de la responsabilidad de cada agente. “Por ejemplo, los responsables de la macrogestión, es decir, las autoridades sanitarias, han de dar importancia al ajuste del gasto a los ingresos “reales” (financiación), así como a nuevos tratamientos coste-efectivos a la vez que más innovadores”, explica David Cantarero. “Generar nueva deuda en sanidad puede suponer recortes futuros que nadie desea si pueden evitarse ahora en el presente. Asimismo, los responsables de la mesogestión, es decir, los directivos, han de dar centrarse de nuevo en la eficiencia y coordinación de las necesidades en sanidad sin perder de vista una mayor transparencia en la rendición de cuentas vía resultados en salud. Por último, a los responsables de la microgestión, es decir, a los profesionales sanitarios, se les debe poder permitir potenciar su propia motivación, además de mejorar la calidad asistencial a prestar a los pacientes, pues ellos son los verdaderos agentes del cambio”. Además, en este marco, Cantarero señala que en estos tres niveles lo mejor es una coordinación horizontal y no que sea siempre jerárquica y condicionada, pues puede llegar a desincentivar al profesional sanitario.
“En síntesis, se precisa contar con más agencias de evaluación independientes, que los medicamentos y tecnologías se financien en sanidad según su valor terapéutico y social; una mayor profesionalización de los gestores sanitarios; nuevos instrumentos supervisores; copagos farmacéuticos en población activa con tramos más “justos” que los actuales y políticas de salud pública sin interferencias políticas y diseñadas para ser implementadas a medio plazo”, añade.
Nuevos cambios organizativos pueden generar ganancias de eficiencia y liberar recursos para destinarlo a otros fines en sanidad. Así, para que la sanidad reduzca su incertidumbre y pueda hacer factible la aplicación de nuevas reformas es fundamental que ocupe mejores posiciones en la agenda política y prioridades en los objetivos de la sociedad española para los próximos años. Junto a este enfoque, para Pere Vallribera, se debe “compartir valores de universalidad, sostenibilidad, humanización, efectividad y eficiencia como guía para ir en esa dirección adecuada, que oriente nuestro sistema hacia el servicio a los ciudadanos y la protección de su salud”. Y, para ello, “es fundamental la profesionalización de los directivos de la salud, imprescindible para poder conducir las organizaciones responsables de la atención a la salud. Aptitud directiva (formación y experiencia), actitud directiva (valores y capacidad) y vocación directiva deben ser las bases de cualquier profesional que asuma esta responsabilidad”. Así mismo, Vallribera destaca la necesidad de un mayor reconocimiento del papel y la aportación de los directivos al buen funcionamiento del sistema.
¿Incertidumbre o riesgo?
Es importante diferenciar entre un contexto de incertidumbre y uno de riesgo en sanidad, pues ambos se producen por falta de información, es decir, de certeza sobre lo que puede pasar en el futuro en nuestro Sistema Nacional de Salud. “Puede existir incertidumbre en sanidad cuando podemos conocer o prever los resultados de las acciones o escenarios que se derivan de ciertas estrategias seguidas, pero desconocemos con qué probabilidades se pueden dar en el futuro”, explica David Cantarero. “Por el contrario, si hablásemos de riesgo (en vez de incertidumbre) en sanidad el caso sería que no conoceríamos o no podríamos prever los resultados de las acciones o escenarios que se derivan de ciertas estrategias seguidas pero en cambio sí conoceríamos con qué probabilidades se pueden dar en el futuro y podríamos saber entonces que un escenario de reforma radical menos eficiente o peor sanidad que ahora se daría con una alta probabilidad mientras que el resto de escenarios se darían con una baja probabilidad”.
En ese sentido, según los últimos datos publicados por la Comisión Europea respecto al gasto público en sanidad, así como la Estadística de Gasto Sanitario Público del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad correspondiente a 2016, esta partida representa cada vez más un importante volumen presupuestario. En concreto, ese año 2016 representaba unos 66.678 millones de euros que se traducen en un 6% del PIB, cifra relativa igual a la de 2013 y 2014. Asimismo, el gasto per cápita por comunidades autónomas presenta diferencias importantes, siendo una brecha financiera que sigue abierta en la atención sanitaria de una sanidad autonómica financiada con cargo a los impuestos generales que se ha ampliado cada vez más en esta última década. “Además, a pesar del alza media del 3,7% de las cuentas autonómicas para sanidad de 2018 según el Ministerio de Hacienda y Función Pública, el gasto público sanitario estimado no superaría el máximo histórico de 72.939 millones de euros de 2009”, explica Cantarero.