En las Illes Balears, la aparición del Sars-CoV-2 ha obligado a realizar una reordenación completa de la atención sanitaria para crear nuevos circuitos asistenciales, reorganizar los recursos humanos, poner en marcha diferentes dispositivos de atención fuera de los hospitales y adoptar medidas para la protección de usuarios y profesionales. Y todo ello se ha logrado en un periodo de tiempo muy limitado y con notable eficacia y agilidad tiendo en cuenta la dificultad añadida que supone el hecho insular.
La obligación de los gestores sanitarios es siempre atender las necesidades de la población y, en este sentido, el Sars-CoV-2 ha supuesto un trabajo de logística ingente en el que, de una manera u otra, han participado todos los estamentos sanitarios que, desde el principio, se han implicado por completo en la atención a todas las personas afectadas y han asumido una carga de trabajo muy superior a la habitual.
Por todo ello y por el esfuerzo que hacen para que, en la medida de lo posible, las condiciones de los afectados sean más amables, estamos profundamente agradecidos a todos los profesionales de la sanidad. Sabemos que cada día, cada uno desde su puesto de trabajo, ─bien sea junto a la cama de un hospital, o bien delante de un ordenador de la central de compras, por poner dos ejemplos─ se desviven por ofrecer un servicio excelente.
Creo que de esta crisis debemos aprender ─o recordar muchas cosas que ya sabíamos─ como son, por ejemplo la importancia incrementar la inversión en sanidad y en especial en la investigación en salud, la repercusión que en momentos críticos tiene una buena coordinación institucional y una adecuada colaboración público-privada, la obligación de explorar las posibilidades que ofrece la tecnología para agilizar y acercar el servicio a la ciudadanía y, por último, tener presente el valor que la salud tiene para cada uno de nosotros, que es inmenso.