Begoña Martínez Argüelles. Directora General de Transinsa

Editorial. Por Joaquín Estévez Lucas. Presidente de SEDISA y Fundación SEDISA
8 abril, 2020
Dr. Miguel Ángel Asenjo. Profesor emérito de la Universidad de Barcelona. Ex Director del Hospital Clínic de Barcelona.
9 abril, 2020

Desde el ámbito en el que trabajo, una empresa de transporte sanitario, el papel de los profesionales en este caso, Técnicos de Emergencias Sanitarias, tiene un valor fundamental y básico aunque de corta duración en el tiempo, en el control de la epidemia y en el apoyo de todas las decisiones que desde la gestión sanitaria se lleven a cabo.

La crisis ha supuesto, además, un esfuerzo especial en dos ámbitos:

  • En gestión de personal y otros recursos para la adaptación a diferentes necesidades y situaciones (disminuye actividad programada, aumento de red COVID-19 urgente y programada, desaparición de actividades como eventos deportivos, transporte de centros de día…). He de decir que después veinte años trabajando en el sector público, tanto en puestos de gestión directa como en servicios centrales, creo que desde la empresa privada la agilidad para el cambio es muchísimo mas rápida y transformable.
  • En formación, tanto en protección (EPIs) como en procedimientos específicos, sobre todo en nuestro caso de limpieza para poder anticiparnos desde el primer momento, con todos los formatos establecidos de formación clásica (primero centralizada, después periférica en el territorio y bases), gamificación, formación personalizada en base a resultados de gamificación de aquellas cuestiones que estaban dudosas o de aquellas personas que requerían un refuerzo.

Experimentar la transformación digital a todos los niveles, sin prejuicios, y tener la frialdad para pensar en cómo vamos a convivir con la epidemia y con la actividad habitual en los próximos meses. La población no COVID-19 que ha estado en casa con patologías urgentes diferidas o preferentes aplazadas va a empezar a presionar al sistema y tenemos que tener preparada esta convivencia y adelantarnos. Por otro lado, desde nuestro ámbito de trabajo observamos cómo funcionan todos los hospitales y todas las áreas y cómo han adaptado los protocolos en función de la presión, de su experiencia, de su capacidad de organización y sobre todo, y sin ninguna duda, del liderazgo. Han nacido líderes, han desaparecido otros y el funcionamiento de los centros ha sido, aunque igual en esfuerzo y directrices, muy dispar en resultado. Habría que aprender de estas experiencias.

Debemos incorporar las buenas experiencias de algunos centros y los errores o las causas de algunas situaciones que las preparamos como excelentes y luego no salieron todo lo bien que deseamos, por qué no compartirlos también. Aprender de la imperiosa necesidad de desburocratizar el sistema y de ser ágiles en la toma de decisiones y en su implantación; de la importancia de trabajar en red; de incorporar a la sanidad privada desde el primer momento, tanto en la implicación e implantación de vigilancia y protocolos como en la participación de los diferentes escenarios.

Y también, como reflexión, ya que probablemente ésta no sea la última situación de epidemia que vivamos, tenemos que ver de qué forma tratamos a los pacientes infecciosos para que no se sientan “señalados/contagiosos/apestados” y a los profesionales en el manejo de estas situaciones. Tenemos el profesional “héroe”, independientemente de la disponibilidad de EPIs o no, y tenemos también, en el menor de los casos, el profesional que da “un paso atrás”. La relación profesional sanitario profesional-paciente en pacientes infecciosos es un reto para el futuro. La evaluación de la experiencia del paciente y del profesional y detección de las necesidades de ambos puede aportar mucho.